El último sacrificio
Otoño.
Un sol implacable y melancólico
golpeaba el cristal. Era un sol de los de antes, de los de sacar a los niños a
pasear y comprarles un helado. Un sol de verano. Un sol de arena y de sal. Sus tentáculos hostigaban las
transparencias del ventanal, azotando el cuero de mis zapatos, un cuero tosco y
raído por los años. Su calor traspasaba ya el fino algodón de mis calcetines y
se deslizaba sigilosamente por la rugosidad de mi piel, abriéndose camino hasta
los dedos, produciéndome un ligero
cosquilleo.
¿Dónde estaba la lluvia? ¿Había
desparecido? Intente ver pero solo había oscuridad, una áspera y extrañamente
confortable. No tarde en descubrir que no tenía ojos, solo dos cuencas vacías y
oscuras derramando lagrimas etéreas, sentí el calor de aquellas resbalando por
mis mejillas. Inhale su olor. Olía a sangre, a miedo y a muerte sobre todo a muerte, de esas
que no esperas pero al final agradeces, de las que tardan en llegar, de las que
te destruyen el cuerpo antes de arrancarte el alma. Una muerte dura.
Al
fin y al cabo, vivo, tampoco estaba mucho mejor. Toda mi vida había estado
rodeada de tristeza, esto era una gota más en ese océano de lágrimas. Intente mil veces reinventarme, empezar de
nuevo, no quería convertirme en mi
padre. Pero no hay manera de escapar del destino. Como él decía: El destino hijo, es implacable y cruel, da igual cuantos caminos decidas
tomar, cuantos trenes o aviones intentando zafarte de sus pegajosos tentáculos,
al final te encontrara y cumplirás lo que
tenía pensado para ti.
Intente mover las manos,
descubrí que el veneno había desaparecido. Mi sangre lo había escupido por los
ojos, esos que ya no poseía, esos que danzaban a su antojo por la moqueta, los
que en su lugar habían dejado dos enormes grutas de animadversión y vacío.
Desplace una de mis manos hacia el cuello para palpar el corte que recorría mi
yugular de lado a lado, jirones de piel muerta se desprendían, la gravedad
estaba haciendo bien su trabajo. Puta. Una amalgama de líquidos espesos se entremezclaban
en la hendidura, confluían entre sí, convirtiendo todo aquello en un festín
gelatinoso y grasiento. Toque la carne,
roce el cartílago, acaricie tendones y palpe la nuez. Aquella gran zanja
lloraba con lágrimas ardientes.
Tantee
el bolsillo en busca de tabaco. Era fácil, solo tenía que sentir el bulto en
mis pantalones, por suerte no me había dado tiempo a comprar el de liar.
Hubiese sido imposible fumarme un último cigarro. Asique pare en un bar donde solo tenían paquetes. Lo ve padre, el
destino no es tan hijo de puta. Saque a tientas uno de los cigarros, comprobé
que era la boquilla lo que me estaba llevando a la boca, la acerque a mi
barbilla y lo lleve arrastrando hasta mis labios, lo sujete bien antes de sacar
el mechero del mismo bolsillo. Gire la rueda del encendedor con mi pulgar y oí
el chasquido de la piedra, en segundos sentí la convección de la llama en mi
mano, acerque su calor a mi boca y…acerté a la primera, definitivamente aquel
era mi día de suerte. Inhale el humo dando una gran calada, a pesar de que casi
no me llegaba el aire a la boca, el cabrón salía huyendo al llegar a la zanja
que me rodeaba el cuello. Aun así conseguí que el humo entrara en mi cuerpo, lo
note rodeando los órganos y sentí como impregnaba mis pulmones llenándolos de
hollín. Una última calada…tu último sacrificio, después de esto serás una
maldita leyenda.
Carga el arma, dispara…carga de
nuevo…dispara, dispara, dispara. Rojo sobre rojo el calor que envuelve al
hombre, las entrañas que le dan forma…la piel que se resquebraja…el dolor, la
perdida, la sensación de poder al quitar una vida, como un jodido dios. Y la
luz que se apaga en su interior, se acabó el sufrimiento. Otra muerte más para
mí y todo sigue igual, igual que siempre. Al fin y al cabo cual es la necesidad de
seguir vivo. Todo en esta vida que nos envuelve y que nos han pintado de
maravillosa es una burda mentira. Vivimos encerrados en una oscura celda
eternamente. ¿Qué tenemos? Nada. Nos levantamos para ir a un trabajo que
odiamos, para luego volver a la cama, con la mujer que amas o con unas sábanas
vacías. Toda la puta vida. ¿Libertad? Somos presos en esta penitenciaria
llamada vida. Así que, que podía sentir yo al arrebatar una. Nada, mi reacción
era la misma que al aplastar un insecto.
―
Por eso eres único joder. Por eso necesitamos a alguien como tú.
―
Quiero volver a casa.
―
Ya estás en ella.
―
Coronel…
―
Tu mujer no quiere saber nada de ti, nos elegiste a nosotros, nunca te lo
perdonara.
―
Quiero ver a mi hija, lo demás me da igual.
―
No puede ser. No ahora. Estamos a punto de terminar casi lo tenemos.
―
Apenas me quedan fuerzas para seguir. Últimamente solo pienso en ella. En una
semana es su cumpleaños, me gustaría estar ahí. Se hace mayor.
―
Joder ¿Ahora me vienes con sensiblerías? No me jodas.
―
Se acabó Coronel no puedo más.
― ¡¡¡ Aquí no termina nada
sin mi consentimiento!!! Vas a terminar el trabajo y yo mismo me encargare de
que vuelvas con tu hija. Pero ahora te necesito, necesito al lobo. Esta será la
última vez te lo prometo. Será tu último sacrificio y te aseguro que te
convertiré en una leyenda.
Leyenda…ahora que veo
como se me escapa la vida vuelvo a pensar en ella Cris y, su alma se me escurre
entre los dedos. Será por esta sangre viscosa que no me deja asirme a nada más
que a la jodida muerte.
―Lo tengo, tengo los
informes, tengo todo cuanto necesitáis para inculpar a estos pobres hombres y
convertirlos en bestias…
Oriente medio, siempre al
borde del abismo y, solo son hombres, seres tan humanos como nosotros, siempre
usados como reclamo. Ahora con estos jodidos papeles no tendrán forma de
demostrar su inocencia. ¿Es esto lo que quiero? Es la única forma de volver a
verla…Cris.
Dos mil
quinientos años de una lucha entre oriente y occidente que jamás llegara a su
fin…mi país, envuelto también en todo este sin sentido, en toda esta
desesperación. Yo…una jodida marioneta. Espero
que esta grabación llegue a las manos adecuadas y se sepa la verdad. ¡¡¡Esta
gente es inocente joder!!! Apenas me queda aire, los documentos los guardo en
un lugar seguro. El interesado sabe dónde encontrarlos.
Me llamo
Cesar Lobos. Cabo de Infantería de Marina del ejército español, asesinado por
su país.
Por favor encontrar a los culpables…ya
hay demasiados muertos.